Estaba leyendo ¨Escapar de la mediocridad¨, una newsletter de Miguel Guillen, que está también publicada aquí en Substack, además de que me conecté mucho con su reflexión, hubo dos frases me hicieron un click impresionante:
Desperdiciamos la experiencia humana porque la vivimos dormidos
y
¿Cómo te sentirías al ver que te quedaste corto y se te fue la vida de las manos?
Estas dos frases me remontaron a un momento de mí juventud, quizá tendría yo 19 o 20 años y tuve un insight que no se me olvida, pensé o recibí un mensaje de la sabiduría colectiva universal (¿por qué no?) que fue así: cuando te mueras y estés frente a Dios y te pregunte ¿qué hiciste con tú vida y con todo el tiempo que te regalé?, ¿qué le vas a responder?
Obvio vivía yo en una familia y una sociedad bastante religiosa, y por eso mí insight tuvo esa imagen, pero además era yo muy joven para poder responder eso y más aun para sentir que pronto estaría frente a Dios de esa manera.
Pero sí, creo que desde ese momento empecé a valorar la vida de otra forma y a verla como un regalo maravilloso y único, así que empecé a integrar esa idea en mí corazón y en mí alma cada vez con más intensidad.
Se que he tenido etapas desde entonces donde seguramente no he aprovechado la vida de la mejor manera por miedos, por inseguridades, por no creer en mí o hasta por desidia. Y otros momentos donde he podido dar lo mejor de mí, vivirla con intensidad y sentir que estoy haciendo lo mejor que puedo, en estos momentos la he vivido desde la valentía.
Ahorita pienso y me pregunto ¿de qué me arrepiento de aquellos tan hermosos años de juventud?
Y rápidamente se me viene a la mente que me arrepiento de no haber entrado al grupo de teatro cuando estaba en la universidad. Me encantaba actuar, lo hice en la prepa, pero ahí estaba en un ambiente muy seguro, todas mis compañeras y yo crecimos juntas desde el kínder, entonces me sentía muy cómoda.
Pero llegó el día que dejé Hermosillo para ir a vivir a Monterrey a estudiar la carrera. Al llegar allá y empezar a relacionarme, conocer a mis compañeros y saberme en un mundo nuevo donde no era yo aquella Georgina del colegio, salió de mí una timidez que yo no conocía, que surgía en momentos y lugares muy específicos, que me limitaron en ciertas ocasiones, la veía, pero no sabía que hacer con ella, ya que antes no la había experimentado. Hoy creo que me faltó conectar con la valentía, pero también si observo esto desde la compasión, sé que así tuvo que pasar para poder crecer internamente.
Entonces, regresando a aquellos años universitarios, hoy puedo ver que el solo hecho estar frente a un grupo de desconocidos actuando o peor aun haciendo castings y que no me escogieran me daba terror, así que lo hice a un lado, me olvidé del tema del teatro y me perdí de esa experiencia. Además, había otro factor: los prejuicios. Ninguna de mis amigas o de mis conocidas se metían a teatro, era como de ¨los alternativos¨ y obviamente no quería ser etiquetada como rara, hippie o que me vieran diferente a ellos. Y creo también que pude llegar a pensar que, si elegía eso, me perdería de ciertas convivencias con mis amigas y amigos más cercanos.
Se que esa decisión no cambió mí vida radicalmente, pero estoy segura que mí experiencia en la universidad hubiera sido completamente distinta de haberle entrado, ciertamente hubiera sido mucho más enriquecedora, si hubiera enfrentado el miedo y me hubiera aventado aun con las piernas temblando, sé que hubiera tenido un mayor crecimiento en muchos sentidos. Esto lo sé hoy, y también tengo claro que no puedo juzgar mis decisiones de esos años con el conocimiento que tengo hoy. Pero sí puedo reflexionar y aprender de esas experiencias.
Sé que Dios no me va a citar para hacerme ese cuestionamiento, ni ningún juicio divino, sentado en un trono con un trinche. Hoy estoy convencida que la respuesta hacia aquella pregunta de mi juventud, era hacia mí misma y lo que hoy me toca o lo que me ha tocado desde entonces, es aprender a ver el miedo, a sentir la duda, a cuestionarme para ir llegando a una mayor confianza.
¨La salud psíquica precisa un cierto grado de tensión interior, la tensión existente entre lo que uno ha logrado y lo que le queda por conseguir, o la distancia de lo que uno es y lo que debería llegar a ser¨. Viktor Frankl
Sé que tengo que pararme en un primer escalón donde surge la duda, y desde ahí voltear a ver hacia el escalón más alto, a ese que quiero llegar y para lo cual tengo que sacar de mí lo necesario para entrarle, para avanzar y para emprender el camino.
Ese escalón de hasta arriba puede representar muchas cosas: crecimiento personal, trabajo espiritual, desarrollar proyectos personales que me muevan profundamente, seguir viviendo cada día con más amor hacia mi esposo y hacia mí hija, seguir construyendo mis relaciones con mis amigas, crecer el amor y la paciencia hacia mis padres, continuar mí cercanía con mis hermanos, pegarme más hacia mí intuición y menos hacia mí parte mental, y la lista puede seguir…
Hoy creo que si llego a ver a Dios (al Ser Supremo o como cada quien lo llame) de frente lo único que experimentaría sería amor, compasión y un entendimiento profundo y tan perfecto que no podría sentirme juzgada ni por una milésima de segundo. Así que tengo claro que ese compromiso es conmigo misma, el compromiso de seguir adelante, de seguir buscando, encontrando y aventándome a realizar todo aquello que me da vida y tiene sentido para mí. No me parece tarea fácil….
Hoy para mí vivir así, es vivir en agradecimiento por la oportunidad de vivir esta experiencia en el planeta tierra sin bien saber que pasa después. Mi deseo es ser más valiente cada día, perder el miedo y vivir desde el amor.
Recomendaciones de libros:
La dama de la guerra de Marie Benedict
Conversaciones con Dios de Neale Donald Walsh
Burlar al diablo de Napoleon Hill
Qué enriquecedora experiencia. Reflexionar el cómo vivimos y desde dónde. Valentia y amor, dos actitudes que nos dan sentido. Que padre Georgia, nunca es tarde para retomar las clases de teatro!